miércoles, 26 de junio de 2013

El Candidato


He malgastao tanto que ahora duele. Siento un vacío que ya no admite rellenos de garrafón. Cambiando las perspectivas me entretengo para ver como eres… candidato a vivir, lleno de lecturas, de experiencias, de músicas, de amigos, de paisajes, de caminos, de los tuyos.

La sabiduría güena, se paga con pequeñas dosis de fracaso, de soledad, de desengaño…

Las mismas veces que fuiste perdedor, las mismas que has ganado en reflejos de humanidad.

Hoy ví un hombre joven, la mirada dolorida, gesto con matices, divertido, orgulloso; de rodillas en mitad de la acera. La espalda muy recta, la barbilla erguida, el pelo largo, mirando de frente a quien se cruza con sus ojos verdes del mismo tono que  las botellas de sidra El Gaitero.

En el suelo tiene un libro abierto de par en par, su atril de suelo, sus páginas escritas a mano con bolígrafo de tinta roja  junto un yogur vacío en el que ha plantado   unas yerbas aromáticas y un chupachús de fresa.

Allí me tenéis leyendo, hipnotizado, lo que aparece  con mayúsculas, caligrafía ilegible, casi china, palabras acostadas,  frases cortas,  intrigado, no paraba de intentar, descifrar como el que se encuentra a punto de pensar que ya no sabe.

Irremediablemente tuve preguntar,  remedio casero, con un perdona, ¿ahí que pone?, y ¿ahí? Hasta que de seguido, sin prisas, sin mirar al papel fue no leyendo, recitando:

Fui candidato a vivir y se me olvidó que había sido elegido.

Candidato a ser feliz y no le di importancia.

Candidato a buscar manantiales, y pedía que sólo  me dieran de beber a mi.

Candidato a dormir entre sábanas con suavizante y no lo agradecí.

Fui candidato prometiendo que mañana cambiaría.

A todo fui candidato hasta que mirando al sur cambió el tono a uno más suave:

Miradme aquí, de rodillas, pidiendo ser de nuevo candidato, pero esta vez a cuidar de ella, a llevarte al cine los viernes, a besarte escondidos en el rincón del pasillo para que no nos vean los peques, a no contarte más el chiste del mosquito,  a escribir nuestras historias con letras vivas, a regar las macetas juntos, a quererte hasta que me muera. Porque ya quiero ser  lo que tu quieras…

Unas lágrimas, yo lloraba, él también. Y la gente que pasaba lo veía bien. ¡Olé!

miércoles, 19 de junio de 2013

Carta al Director


Para qué nos vamos a engañar, si esta carta se la mando a usted,  señor Director, es porque ya no sé a quién mandarla.

No importa que las nubes sean de algodón o barcos de vela que cruzan océanos de aire  entre bandadas de sueños que vuelan al sur, huellas en un cielo que sin ella sólo es eso.  Aire.

Quizás, nuestras ilusiones naufraguen otra vez, y nunca atraquen seguras en el mítico puerto al que siempre se llega cuando no lo esperas; ponte el vestío blanco, música que confunde, sol que rompe las espumas del mar en miles de destellos, caballitos de mar,  brisa con bridas de plata, recuerdos que se despeinan, beso que añora tu mirar y tu reír y tu y  tu  y tu...

Definitivamente, señor Director, tal y como está el patio, no beberemos ni siquiera el zumo de ambrosía, ni apuraremos la infinitud de cada palabra, ni el alma enloquecerá con la  poesía que hiere cuando se retira, ni nos adornaremos con la gloria y la fortuna de haber visto una ardilla en libertad.

Pero hoy, hoy me sobran motivos para … Hoy estuve un instante en su pensamiento, aquel beso descalzo bailando se fue acercando hasta detenerse en la comisura de sus labios  flamencos, cante que envolvió a un universo, universo entero.

No sé qué veneno bebí, ni conozco el antídoto para olvidarte. Lloraré como todo el mundo.

Campo y agua, hierba y alcohol, árbol bonachón el del chiringuito de montaditos de lomo, allí me retiro. Desde allí escribo.

Gracias, señor Director, por poder contarle el vuelo de una  mariposa que mirando por las cristaleras aprendió ballet clásico, y ahora es una presumida con sus pequeñas zapatillas de largos lazos blancos.

Con las cerezas de Torres hacemos pendientes  de ensueños enredados, luego Cristina traerá  brevas de Jimena todavía con las hojas de la higuera.

Noche de San Juan, vino, cante, guitarra de la boca redonda de García Lorca, risas, estrellas flamencas, historias, miradas que entran en contacto magnético… cuánta magia cuando llegue el Lucero del Alba, así dormiremos en paz.

Eso, que decida el viento, y que nuestros pasos los marque con una tiza en las aceras para recordarnos, para saber que hemos pasado, que un día fuimos… aire.

Y usted, señor Director, no se enfade. Que esto le puede pasar a cualquiera. Y si no pasa es por purita casualidad.

PD.-

Ya se echa encima la noche flamenca cordobesa, entre sus plazas y calles estuvimos como en el cuento de Una noche vale como mil , porque ví una mora cantando y se me clavó su mirar.  Callejón con pozo, Julio Romero de Torres, Edén fue aquel patio. Manolete, gesto torero, Mezquita, Maimónides, geranios y vida. Ya hace un año, la primera vez no se olvida.  Y en plena plaza de las Tendillas, madrugá de ojos negros, pudimos escuchas…

Ay, quién me contaría a mí

De qué está hecha la Luna

Si de rosas, de jazmines

O de sabanas de cuna.

 

 

miércoles, 12 de junio de 2013

Mis tres secretos


El primero. Me he equivocado tantas  veces que no sé como lo hago. Si hay dos opciones, sólo dos… elijo y yerro. Justo antes de elegir sonrío, porque cuando ya lo tengo decidido, me dan ganas de cambiar.  

El segundo. Que sigo esperándote, pese a que apenas quede un resquicio para tenerte entre mis brazos. Te sigo haciendo poesías, las recito en la noche, y las doblo como un pijama  debajo de mi almohada.

El tercero. Este jueves, no sé cómo lo hago. Vi las fotos que puso Chelo y me puse a escribir. Hasta descubrir que el tema era otro, al advertirlo ya era un escritor errado.

Le apartaba su cabello, como el que sabe desplazar un pensamiento,  acercó sus labios al oído. Ella con pena sólo capaz de imaginarse cuando a ti te ha sucedío, tristeza de amor, definitiva, la que dejará su marca sine die,  corazones que se graban en los árboles, juramento del violín como testigo.

No, no se olvida, tristeza de enamorada, desconsuelo infinito. Cómo va a tener arreglo el primer desengaño, sufrimiento que muerde el alma, suspiro que  el resto de tus días acompaña.

Sólo un pucherete contenido, gesto de labios que anuncian su dolor,  único consuelo.

Inocencia que no entiende, alma que ama sin disimulo. Felicidad que no deja dormir. Bolsas de chuches, darnos la mano, mirarnos, reírnos. Mientras, por los jardines y alamedas, voy cantando un:

Yo te quiero a ti. Yo te quiero a ti. Yo te quiero a ti.

 

Cómo voy a leer, así no hay quien lea. Nada es tan necesario como el que te dibujen las palabras con colores de cera. Tan cercanas, que en susurros las protejas  con la mano para que no se las lleve el Hada. 

¡De pronto!...,  le iba diciendo con palabras que  hacían cosquillas, los ví jugar al que se equivoca le tiene que dar un beso en la boca, y …
¡Ay, los primeros besos, las primeras risas, cuánto valen aunque fueran como estrellas fugaces!
¡Ay, Heidi, dibujos animados, llenos de libertad, montañas que eran prados!.

Esta vez fue ella la que le estaba diciendo:

-        ¿ a qué no sabes quién te hizo el regalo, tu amiga invisible?  

El papel rosa con sus nombres enlazados con una lluvia de  te quieros. Te quiero, y más te quieros, por tu mirada pensativa, por tu pelo radical, por tus risas y mucho, mucho, mucho más te quiero por tu forma de … esto no te lo puedo contar.

Luego vendrá la vida y te enseñará que las sorpresas forman parte del Roscón de Reyes en Navidad.

Al final, flamenco enamorado, manzanilla de Sanlúcar, ella bailando y él cantándole:

Pa tené tu grasia

Sa menesté

reuní

Muchas sircunstansias…

 

jueves, 6 de junio de 2013

Nueva leyenda del Barrio de la Magdalena de Jaén


Regresó a Jaén un soldado de los tercios de Flandes. Aquí, en la Magdalena dejó a su novia cuando los dos tenían 13 años.
Se amaron de una manera tan ingenua que  juraron esperarse o morir.
La noche de la despedida repitieron sílaba por sílaba, palabra a palabra, frase a frase lo que venían ensayando desde el mismo día en que   decidió buscar fortuna y dineros.
Si vos miráis al cielo y no está… llorar porque ya no os quiero.
Si el agua de los mares pierde su sal … llorar porque olvidé el sabor de vuestros besos.
Si al despertar cada mañana no miro por la ventana buscando el regresar de vuestros pasos… llorar porque ya no puedo más.
Si el raudal de nuestro barrio se seca… llorar porque en ese instante muero.
Lo decían, se miraban en los espejitos del alma llenitos de lágrimas y miedos.
Los jazmines que se abrieron esa noche fueron testigos, loquitos dejaron su fragancia enredá en cada gesto de los que así se despedían en una esquina delante de la Iglesia.    
Sin saber nada uno del otro. Ni una carta, ni hacer caso a lo que amigos y familia dijeran. Era lo pactado. Mejor así, no habría confusiones.
 
Un atardecer de Junio, cercanas las fiestas de la Virgen de la Capilla, aquél que se fue regresa con la bolsa de caudales llena, bigote y barba arreglada. Sombrero de galán.
Conforme se acerca a su barrio, el corazón se le va llenando de pura felicidad, macetas,  fachadas, aire, agua, su gente…
El sol elige su color preferido para acompañar esa tarde al que viene buscando, soñando, cantando.
Se detiene delante del mismo sitio donde se despidieron. Allí se encuentra con un vecino y pregunta por ella. El día de san Isidro aquella se hizo monja, paloma morena, en el convento de aquí al lado.
El joven cae de rodillas y llora. Él que estuvo a punto de morir mil veces y no tuvo miedo, ahora llora como un niño.
Mil veces ella renunció a su cariño si volvía sano y salvo. Ese fue su voto. Cumplió.
A partir de ahí el joven vive en el escalón del convento, mendigo de quien tan cerca vive.
Cada día antes de maitines canta para ella, los gallos se acostumbraron a que fuera aquel amante el que primero soltara su quiquiriquí.
Todos saben la historia. Una puerta de madera grande con retrancas los separa, los muros son de piedra, pero también hay ventanas.
Antes de anochecer se asoma al estanque del patio de la Iglesia, mueve el agua con la mano como el que escribe en el agua un poema:
Maresita mía,
yo no sé por donde
al espejito donde me miraba
se le fue el asogue.