He malgastao tanto que
ahora duele. Siento un vacío que ya no admite rellenos de garrafón. Cambiando
las perspectivas me entretengo para ver como eres… candidato a vivir, lleno de
lecturas, de experiencias, de músicas, de amigos, de paisajes, de caminos, de
los tuyos.
La sabiduría güena, se
paga con pequeñas dosis de fracaso, de soledad, de desengaño…
Las mismas veces que fuiste
perdedor, las mismas que has ganado en reflejos de humanidad.
Hoy ví un hombre joven,
la mirada dolorida, gesto con matices, divertido, orgulloso; de rodillas en
mitad de la acera. La espalda muy recta, la barbilla erguida, el pelo largo, mirando
de frente a quien se cruza con sus ojos verdes del mismo tono que las botellas de sidra El Gaitero.
En el suelo tiene un
libro abierto de par en par, su atril de suelo, sus páginas escritas a mano con
bolígrafo de tinta roja junto un yogur
vacío en el que ha plantado unas yerbas aromáticas y un chupachús de fresa.
Allí me tenéis leyendo,
hipnotizado, lo que aparece con mayúsculas,
caligrafía ilegible, casi china, palabras acostadas, frases cortas,
intrigado, no paraba de intentar, descifrar como el que se encuentra a
punto de pensar que ya no sabe.
Irremediablemente tuve
preguntar, remedio casero, con un perdona, ¿ahí que pone?, y ¿ahí? Hasta que de seguido, sin prisas, sin
mirar al papel fue no leyendo, recitando:
Fui candidato a vivir y
se me olvidó que había sido elegido.
Candidato a ser feliz y
no le di importancia.
Candidato a buscar
manantiales, y pedía que sólo me dieran
de beber a mi.
Candidato a dormir
entre sábanas con suavizante y no lo agradecí.
Fui candidato
prometiendo que mañana cambiaría.
A todo fui candidato
hasta que mirando al sur cambió el tono a uno más suave:
Miradme aquí, de
rodillas, pidiendo ser de nuevo candidato, pero esta vez a cuidar de ella, a
llevarte al cine los viernes, a besarte escondidos en el rincón del pasillo
para que no nos vean los peques, a no contarte más el chiste del mosquito, a escribir nuestras historias con letras vivas,
a regar las macetas juntos, a quererte hasta que me muera. Porque ya quiero ser
lo que tu quieras…
Unas lágrimas, yo
lloraba, él también. Y la gente que pasaba lo veía bien. ¡Olé!