miércoles, 12 de marzo de 2014

Acuarelas de Leiva


Subías por el callejón cargaíta de bolsas, tu pelo suelto no me dejaba ver tu naríz. Y yo hablando conmigo: por qué no descansa y se para en esa esquina y me dice su nombre.

Espera que para mí escuchar tu voz es poder respirar y soñar esta noche.

El lagarto de la Magdalena volvió la cabeza, no insistas. Si te mira, date por cautivo. Vivirás buscando su palabra, el gesto de su caricia, la música de su risa, el agua que en su raudal encierra.

Y por bulerías, entre el ruido de la calle, lloré: Quisiera besarte, pero como no puedo me conformo con mirarte.

Aquel apunte, aquel gesto, aquél principio de sonrisa me ha llenao el alma.

Ahora le escribo.  Me cruzo con ella, ni me  mira ni la miro, pero nos miramos  y en la bolsa que lleva espinacas dejo como cada viernes  hojas de más, como quisiera probarlas… esparragás.