Así como suena
Aquella morena soñadora, me
abandonó. Ahora no salgo a la calle, y al balcón, lo justo para regar las macetas
inocentes que con tampoco se conforman: un poco de sol, tierra, agua, abono,
mantillo, productos fitosanitarios,
espray abrillantador de hojas..
A las diez de la noche apago
la luz como los presos. Me gustaría alargar la mano por los barrotes de la
ventana, golpeando un jarrillo de lata a compás de martinetes pidiendo libertad, pero no puedo no vaya
a ser que me llamen la atención los vecinos.
Han pasado 79 horas y tengo el
estómago medio ido. Por el patio interior entra los hervores de una sopa de
picadillo. Respiro a pleno pulmón en tandas de
cinco, como si estuviera haciendo yoga.
En la oscuridad y el frío de
noviembre va cayendo el relente del bulevar. No me muevo por miedo a la sábanas
frías. Con la mirada fija en el pasado me levanto a coger una manta paduana.
Han pasado 80 horas, no sé
cuánto voy a aguantar. Con música de fondo de Alejandro Fernández, voy recitando
Querida Amanda: la lluvia no
cesa, la vida aquí en la sierra es muy dura … cómo deseo volver a verte, aunque
solo sean cinco minutos.