Trasminas ilusión cuando te lavas los dientes; te pintas los labios con el amanecer de Triana. Me haces soñar un beso de rubíes y esmeraldas. Y preparo el café.., solo.
Atravieso sin agua el desierto, busco el oasis flamenco donde escuché tu voz, entre palmeras, palmas, higos y castañas.
En los Jardinillos un poeta recita sus versos. Se va poniendo margaritas pequeñas, entre el pelo, la barba, su camisa, mientras va diciendo: ésta por Federico y su Poema del Cante Jondo, ésta por Alberti y sus palomas que creían que iban.., ésta por Miguel Hernández y su Nana de la cebolla.
Tan embebío me tenía que le pedí que se pusiera otra mientras decía tu nombre, y ¡al decirlo!, el sol cambió su luz con la de los membrillos.., se estremecieron los álamos y las acacias; el arrayán se fue a la Alhambra, una rosa roja dejó su dolor en el airecillo de poniente, y yo, que no podía más, terminé en la confitería de Barranco comiendo santillines.
Esta noche lloro cantando la mitad de mi pena, y sentaíto en la Luna susurro por bulerías:
♫ digo como lo siento,
digo como lo siento,
la carita de mi flamenca,
la busco yo no la encuentro ♫.