¡¡¡QUE ARTE MI ARMA!!!
Si un ruiseñor flamenco
se acerca a tu ventana, no le des alpiste ni agua, mejor un dedal del
aguardiente que tus labios destilan cada
mañana.
Tu alma anuncia el
alba, campanitas de San Andrés, aromas de café. Entiendo mejor lo que sientes
cuando te miro.
¡Ay! qué cielo podrá
serlo sin tenerte a mi laíto, reflejo del Universo, diamante herido, cometa que
sorprende, recuerdos y Lunas; dudas.
Estrellas tan hermosas
que brillando dan vida, en cada beso, en cada cielo, pulseritas verdes como el olivo.
Aceite de aromas
silvestres y sabor almendra… Dónde lo venden. Tostadas, tomate raf recién
rallado, pan de Alcalá de Guadaíra, guárdame a mí media cada mañana.
Entre tantos sillares
de piedra que tiene una catedral, fue el humilde barro en una de sus puertas el
que nos hizo soñar.
Con Bécquer en Bellas
Artes son poesía tus calles, miradas escondidas en barrio de Santa Crúz… dime:
si nos hubiera tocado la lotería; ¿el diseño de aquella reja, la cerámica de Triana,
un balconcillo, o tu risa, piropo
andaluz, valdrían tanto?
¿He dicho reja?
-Soleá:
“ ♫ Tus rejas no son de
hierro,
Tus rejitas ya no son
de hierro,
Le he dicho cuatro
cositas…
Se han vuelto de caramelo
♫”.
Fuimos a la seta gigante,
subimos la montaña blanca en ascensor.
Asombro y belleza, allí os esperé. Estabas tan bonita que la brisa de la noche me trajo los ecos de una saeta que en aquella misma plaza se cantó, nos cuenta M.Barrios:
Manuel alto como una Torre, esperaba aquél momento en que las raíces todas de la tierra habían de enredársele para la conjunción milagrosa de la musa, el ángel y todos los duendes. Fue una mañana de Viernes Santo, Manuel Torre estaba en el balcón, y, al aparecer en la calle el paso de “La Sentencia”, él, en tensión los nervios, apretando los hierros de la baranda, la voz densa, recibe a la imagen con la mejor saeta que se ha cantado en Sevilla. Cuando cierra el pellizco del último ¡ay!, la gente que asiste, pasmada, al acontecimiento no aplaude ni vitorea. Todos sacan los pañuelos, en silencio, y la plaza de la Encarnación se convierte en un inmenso aletear de palomas blancas. Una señora mayor llora y reza: ¡Dios mío que no pase este momento!
Asombro y belleza, allí os esperé. Estabas tan bonita que la brisa de la noche me trajo los ecos de una saeta que en aquella misma plaza se cantó, nos cuenta M.Barrios:
Manuel alto como una Torre, esperaba aquél momento en que las raíces todas de la tierra habían de enredársele para la conjunción milagrosa de la musa, el ángel y todos los duendes. Fue una mañana de Viernes Santo, Manuel Torre estaba en el balcón, y, al aparecer en la calle el paso de “La Sentencia”, él, en tensión los nervios, apretando los hierros de la baranda, la voz densa, recibe a la imagen con la mejor saeta que se ha cantado en Sevilla. Cuando cierra el pellizco del último ¡ay!, la gente que asiste, pasmada, al acontecimiento no aplaude ni vitorea. Todos sacan los pañuelos, en silencio, y la plaza de la Encarnación se convierte en un inmenso aletear de palomas blancas. Una señora mayor llora y reza: ¡Dios mío que no pase este momento!
Noche sevillana, ¡Ay, qué
sentí! cuando una alfombra mágica nos
llevó a la terraza de las Mil y una Noches.
La Giralda más flamenca,
poesías de Almutamid, sueño, sal marinera, Guadalquivir, Lunita, cómo nos
dejaste ir…
Ella, nosotros, bandejas,
cerveza, más bandejas, más cerveza, pimientos rojos que adornan el Olimpo; Faro de Alejandría, caracol que sube por las
esquinas, Basílica de amigos, Mantón de Manila que se hace mariposa de colores cuando abre sus
alas, canelita en rama, primavera en minifalda.
¿ Y ese bacalao con
tomate que Toñi me cedió ? Ahí descubrí, que aunque se enfade un poco Pepe, yo
de su lao no me separo.
Cuándo hemos desayunado
Manzanilla, cartuchos de patatillas y un vaso de almendras del Salvador. ¡Ole!
A Cristina, nuestra
periodista oficial, la ví tomando notas.
Habrá días que serán
como tierra seca sin labrar, terrones olvidados; entonces nos quedamos en la
cama y leemos bajo los tilos.
Sevilla, me llevo todo
de ti, los sobrecillos de gel del hotel, la calma y la risa de tus jueveros; tu
sol y tu sombra; tus sueños, ¡ que arte tienes, mi arma!
¡¡¡Sevilla, que bien
tratas a quien se deja querer!!!